DATOS DESCONOCIDOS SOBRE LOS TEMPLOS EGIPCIOS

Al emprender un viaje a través de los templos egipcios, te embarcarás en un viaje de descubrimiento y asombro, descubriendo que los antiguos egipcios eran maestros del diseño armonioso, aplicando principios de proporción tanto a la altura como a la anchura para dar a sus edificios una apariencia equilibrada y proporcionada. También crearon matrices que representaban su visión del orden mundial, una representación del universo que permitía la reintegración de las fuerzas cósmicas.
Tanto las pirámides de Giza, alineadas con las estrellas de Orión, asociadas con el dios Osiris, como los templos de Egipto, lugares de culto a dioses antiguos, son como cápsulas del tiempo que nos transportan a una civilización de hace miles de años. Con forma de piedra, cada columna, estatua y jeroglífico es como un soplón que revela secretos de faraones, dioses y rituales. La magia se intensifica al contemplar los colosos gigantes, obeliscos que rozan el cielo, que deambulan entre columnas y pasajes aparentemente interminables llenos de jeroglíficos que narran historias antiguas. La orientación de los templos egipcios era principalmente astronómica y simbólica, buscando alinear sus ejes con los puntos cardinales, el curso del Nilo y fenómenos celestes como Sirio y Orión, especialmente relevantes para las deidades asociadas. Además, la disposición de sus interiores seguía un patrón simétrico y un eje principal a lo largo del cual se desarrollaban las procesiones y la arquitectura. Muchos templos estaban orientados hacia el río Nilo, cuyo curso sur representaba la dirección de las fuentes y la vida. Esta orientación también reflejaba la creencia de que el rey resucitaría y ascendería al cielo para unirse a los dioses y transformarse en una estrella. Los templos culturales tenían un eje principal, generalmente este-oeste, que servía de ruta para las procesiones festivas. A lo largo de este eje se sucedían patios abiertos, salas hipóstilas y, finalmente, el santuario. Para Egipto, el Nilo era un eje esencial; su curso separaba las tierras egipcias en dos mundos: la orilla oriental, hogar del mundo de los vivos, y la orilla occidental, hogar del mundo de los muertos. Los antiguos egipcios creían que, mediante ritos de orientación, la Tierra armoniza con el Cielo y resuena con las fuerzas celestiales. Mediante el rito de orientación según los puntos cardinales, los seres humanos pueden provocar el surgimiento objetivo de lo sagrado, es decir, el núcleo de energías que sustenta la Creación. Desde el centro, orientaban los edificios, trazando caminos en relación con las direcciones celestes o telúricas en las que se ubican los monumentos, que actúan como cajas de resonancia para amplificarlas. Todo vibra. Así, el lugar sagrado se convierte en un puente entre el mundo sensible y el divino. El recorrido del sol era un eje predilecto de los antiguos egipcios, pues cada día el ciclo solar repite el génesis, el apogeo y el fin de toda vida. Es el símbolo de la Creación, el mito eterno. Por eso, el camino que cruza el templo de este a oeste, como el sol, es su "línea de vida". Este eje impregna el lugar con su propia energía espiritual. El este, por donde nace el sol, nos recuerda los orígenes, el amanecer de la creación, pero también reconoce la fuerza divina capaz de generar vida, que nos permite pasar de lo invisible a lo visible. El oeste, el final del ciclo, el paso de lo visible a lo invisible. Los templos egipcios, antaño vibrantes de energía espiritual, son el corazón espiritual del Antiguo Egipto. Guardan entre sus muros los secretos de una época pasada, invitándonos a desentrañar los misterios de los faraones y sus dioses, símbolos perdurables de una civilización impregnada de misticismo, mitología y arquitectura monumental. Las inscripciones jeroglíficas, meticulosamente talladas por hábiles artesanos, preservan la sabiduría y el conocimiento de una civilización que veneraba la palabra escrita. Estos templos no eran simples edificios gigantescos, sino espacios sagrados donde lo divino se cruzaba con el reino mortal. Cada templo narra una historia única de devoción, poder y fe. En el corazón de cada templo se encontraban espacios sagrados donde se desarrollaban rituales y ceremonias en una sinfonía de imágenes, sonidos y simbolismo. Los sacerdotes, ataviados con elaboradas vestimentas ceremoniales, realizaban ritos para honrar a los dioses, buscar la guía divina y asegurar la prosperidad del reino. Se hacían ofrendas de comida e incienso. Cada templo narra una historia de fe, ingenio y aspiración humana, invitándonos a contemplar los misterios de la existencia y nuestro lugar en el cosmos. Sus paredes están adornadas con vívidas representaciones de narrativas mitológicas, inmortalizando los relatos épicos de dioses, diosas y figuras heroicas. Escenas de creación, batallas divinas y el viaje del alma al más allá adornan las cámaras del templo, ofreciendo visiones de la cosmología y la visión del mundo de los antiguos egipcios.